Hemos hecho de la convivencia una contrariedad. Y, en estos tiempos tan revueltos, convivir se ha vuelto esencialmente estar en medio de un mar de intranquilidad, de turbulencias, de miedo e incomodidad. El ser humano se piensa entre diferencias, discurriendo acerca del mundo en lugar de la vida.

¿Por qué no convertimos todas estas emociones que nos atenazan en coraje de vivir? Si miramos hacia adentro tal vez encontremos que no somos tan “humanos” como pensábamos y que seguramente no estamos construyendo un mundo mejor para nuestros hijos y las generaciones venideras.

En realidad, lo que somos y lo que hacemos nos está indicando la dirección del sentido real de nuestra vida. Aparte de buscar la autorrealización personal, ¿qué otras cosas estamos desarrollando que ayudan a mejorar la vida de los demás? La vida siempre nos da todo de manera incondicional, pero ¿qué valor humano, social y afectivo aportamos nosotros a la vida?

Siguiendo el Principio Biocéntrico, todos y todo lo que nos rodea forma parte de la vida, donde el “nosotros” junto con la naturaleza, el planeta y el “todo” se interrelacionan creando unos vínculos necesarios para la existencia. Este principio defiende que todo lo existente en el universo, las plantas, los astros, los animales e incluso el ser humano son componentes de un sistema viviente mayor y por lo tanto sitúa el respeto por la vida como centro y punto de partida de todos los comportamientos humanos.

Los seres humanos llevamos en nuestro interior el potencial innato de la “creatividad”, entendida desde una perspectiva integral que abarca todas las facetas de la vida. La “creatividad,” como el deseo más puro e intenso de vivir, está relacionado con el Inconsciente Vital en el que la vida lleva a la vida para que siga hacia adelante evolucionando y creándose a sí misma.

La situación actual que todos estamos viviendo está tocando de una manera o de otra la mente y el corazón de las personas en todo el mundo. Y ahora más que nunca, nos necesitamos los unos a los otros: el contacto como derecho humano. Y la creatividad, como un conjunto de elementos que conforman la vida del ser humano, son reflejo de la superabundancia colectiva. Pasemos a la acción desarrollando una mayor creatividad e innovación afectiva, siempre al servicio de la vida.

Biodanza nos hace sentir que no estamos solos, que no somos islas solitarias en medio del océano, sino un inmenso archipiélago humano con un origen antropológico común. Nos aporta el sentimiento de pertenencia a la gran tribu del mundo. Al ser un sistema de integración humana, renovación orgánica, reeducación afectiva y reaprendizaje de las funciones originarias de vida en un ambiente enriquecido, nos ofrece unas bases sólidas para construir una vida más digna, con un propósito más elevado, con mucho más sentido y sensibilidad en todo lo que acontece al ser humano. Biodanza nos ayuda a pasar a la acción y potencia el coraje de vivir que es la energía opuesta al miedo. Y, como dice Maite Bernardelle: “Cuando tenemos ese coraje de la acción, sentimos un gran entusiasmo y nos acompaña el espíritu de ir siempre hacia adelante, avanzando como individuos y como especie”.

Biodanza es la gran familia humana donde todo el mundo tiene cabida y es respetado, valorado y querido por lo que es en su esencia. Y desde ese espacio de entendimiento, respeto, plenitud e integración, las personas consiguen potenciar su libertad para crear la vida que desean. A través del reaprendizaje de las funciones originarias de la vida conseguimos más salud, bienestar, valor y alegría de vivir. Sólo desde ahí podemos actuar conscientemente en favor de la comunidad.

Cuando se trabaja en profundidad en uno mismo en compañía de los demás a través de la gran formación que brinda la Escuela Hispánica de Biodanza, se abren los caminos a otra dimensión del ser, a otra realidad más verdadera y al disfrute de la propia existencia y de todo lo que nos rodea.

Desde nuestra vulnerabilidad aceptamos nuestras sombras y celebramos la luz que somos, abrazamos y acogemos la esencia de los demás y agradecemos la vida tal y como es. El amor hacia uno mismo y hacia los otros surgirá también de la plenitud existencial.

El acto de vivir es un acto cargado de vivencias que marcan nuestra vida y la configuran. Amor, miedo, afectos, sentido, vida, muerte, éxito y derrota, luces y sombras…Mas siempre la Vida al centro con su irrenunciable veracidad, fragilidad y belleza marcando el destino de la raza humana.

Mantenerse lúcidamente entregados al misterio de la vida, para que se haga en nosotros el milagro de la existencia y tengamos la capacidad de renovación y transformación continua. Tener la valentía de aceptar la vida plenamente.

“En el asfalto resquebrajado, estallarán los geranios” – Rolando Toro

Marifé Valiente        oct 2020